Artículo 2: La motivación de los individuos dentro del Matrimonio
Estudios recientes y completos que analizan un buen número de variables relativas a la percepción de preparación para el matrimonio indican la gran complejidad en la que están armadas dichas variables. Las más sobresalientes son el grado de satisfacción que vive un individuo en sus relaciones con su familia de origen, el grado de impulsividad para la toma de decisiones del individuo en cuestión, su actitud hacia la privacidad, percepción que se tiene del propio atractivo físico, la calidad de la comunicación y la coincidencia y acuerdos con el o la prometida, todo esto en relación con elementos sociodemográficos que incluyen las posibilidades de apoyo, demandas y oportunidades del contexto (Holman y Bing Dao Li, 1997). De manera general podemos hablar de tres dimensiones principales como factores determinantes de la percepción personal de “estar listo” y/o desear establecer una relación del matrimonio: características individuales, de personalidad o de historia personal, características de la interacción con la pareja prospecto y características demográficas, económicas y culturales del contexto que ofrecen exigencias y apoyos sobre el tema.
Muchas necesidades relacionadas con la felicidad y bienestar general de los individuos parecen satisfacerse con el matrimonio. Stack (1998) confirma las investigaciones que señalan que las personas casadas tienden a reportar mayor bienestar tanto físico como mental en comparación con quienes no se encuentran casados. Señala que presentan menores niveles de depresión, mayor felicidad, baja mortalidad y suicidio. Otros investigaciones recientes en el mismo sentoido son las de Glenn (1991) o Lee, Seccombe, & Sheehan (1991). De hecho estas investigaciones ponen al matrimonio como una fuente de bienestar más importante que el éxito en la ocupación personal, la religión o el dinero (Fowers, 1998). Y es que se ha relacionado el matrimonio no sólo con el bienstar, sino con el sentido de vida de muchas personas (Belah et. al., 1985).
Las razones asociadas a este bienestar abarcan diferentes ámbitos. Uno relativo a los procesos emocionales por ejemplo sería el relativo a la compañía y confianza que se le tiene al cónyuge. Tornstam (1992) observa que los individuos tienden a considerar a su cónyuge su más importante confidente, en quien pueden confiar diferentes temas íntimos. Stack (1998) menciona además de este ejemplo las funciones positivas para el cuidado de la salud de las personas cuando están casadas así como las ventajas económicas. En cuanto a la salud arguye que la pareja usualmente desanima al individuo a realizar actividades riesgosas para la salud, como beber o fumar, y le anima a tener una dieta más sana, a tratarse médicamente cuando puede haber necesidad y apoya en los tiempos de enfermedad favoreciendo la recuperación. En cuanto al dinero, Stack comenta que la unión de los salarios de los cónyuges les da la posibilidad de tener un mejor nivel de vida. Y aunque este argumento parece sólo válido para el caso en que ambos miembros de la pareja trabajan remuneradamente, bien podemos pensar que la pura distribución de trabajo del hogar y trabajo remunerado ya representa una mayor posibilidad en cuanto a recursos económicos para ambos individuos.
Es natural desde el punto de vista motivacional que los individuos busquen su bienestar, felicidad y satisfacción personal (Fowers, 1998) y el matrimonio es una estructura social que facilita estos objetivos, por lo menos en la mayoría de las culturas. Es importante aclara que hay indicios de que esto no es necesariamente así siempre y en cualquier cultura. El carácter cultural del fenómeno matrimonial no escapa a las muy variadas posibilidades que la relatividad de los fenómenos sociales implican. Ryan, Hawdon y Hughes (2000) han encontrado indicios del bienestar que provoca el matrimonio a los individuos, pero también de sistemas sociales en que no sucede así. En una comparación de los datos de bienestar general realizada con datos de los años setenta de ocho países, estos investigadores encuentran que el matrimonio es un buen predictor del bienestar general de los cónyuges, con excepción de Finlandia. La razón parece radicar, según los autores, en el eficiente sistema de beneficencia social de este país que provoca que la soltería sea vivida con gran calidad y el matrimonio no aporte lo mismo a los individuos que en otros países. Quizá otro elemento en juego sean las diferencias en tradiciones y normas morales entre las culturas.
Sin embargo, de manera general podemos observar que el matrimonio está muy relacionado con el bienestar general de los individuos. Vemos también que las necesidades que son resultas por el matrimonio o las aportaciones que hace al bienestar personal y la calidad de vida de los individuos son muy variadas y han sido muy estudiadas. Podemos concluir entonces de manera general que el matrimonio es una interacción que resuelve desde necesidades físicas como la sexualidad (con sus diferentes pesos y matices históricos dentro del matrimonio), o el cuidado por la salud, emocionales como la compañía que brinda la pareja y la familia o hasta las más instrumentales y económicas como la fuerza y apoyo que ofrece la colaboración en equipo.
Dentro de las necesidades más claramente vinculadas al matrimonio y alrededor de las cuales pueden entenderse la interacción de muchas más se encuentra la necesidad social-emocional representada en el tema de la soledad y que muchos de los estudios citados coinciden en comentar. La conexión de estos temas se establece bajo la perspectiva del matrimonio en su carácter de situación de vida relacionada con el bienestar individual, tema que a su vez está muy ligado al de la soledad como veremos a continuación. La soledad parece relacionarse con muchos de los eventos y dinámicas de la vida mencionadas arriba que parecen encontrar en la estructura del matrimonio un desahogo. Puede ser que este hecho explique porqué el matrimonio también ha tendido a ser estudiado mucho en relación con la soledad.
La soledad ha sido bien asociada a la ansiedad y a la hostilidad así como a la depresión (Hansson, Jones, Carpenter y Remondet, 1986). También con problemas de salud, suicidio y adicciones (Jones et al., 1990). Styack (1998) menciona dos tipos de soledad, la relativa al aislamiento social y la relativa al aislamiento emocional y encuentra que en ambos casos el matrimonio es una salida útil, tanto para la soledad como para las consecuencias asociadas a la misma. Encuentra que los individuos solteros reportan mayores niveles de soledad en ambos sentidos y que incluso quienes habitan con otra persona tiene niveles más altos de soledad que los casados. Relaciona esto con otros estudios relativos a la manera en que la existencia de un cónyuge que se considera el mejor confidente disminuye la soledad.
Y esta confianza y la relación entre la soledad y el matrimonio parecen ser un lado de la moneda que, por el anverso, relaciona a la intimidad con el matrimonio. Así como se encuentra que los estudios conectan soledad y matrimonio, así la solución a la conflictiva que plantean parece resolverse por el fenómeno de la intimidad. Así intimidad, matrimonio y soledad son de los factores comunes en estas investigaciones. La conexión entre soledad e intimidad parece ser la evidente, la intimidad es la experiencia más opuesta a la soledad y parece ser su fórmula de solución y satisfacción. La confianza, la cercanía, parece ser leída bajo el nombre de intimidad, aunque este concepto está expresándose aquí como uno más amplio que el de la pura idea de la cercanía emocional, compartiendo muchos elementos con las funciones y dinámicas principales del matrimonio.
La intimidad, como el matrimonio, se ve caracterizada multidimensionalmente. La intimidad, según Jamieson (1998), se estructura hasta en las relaciones más simples y superficiales sobre una interacción reforzada por el género, clase social y grupo étnico, por ejemplo. La idea de la multidimensionalidad de la experiencia de intimidad es otra congruencia con el fenómeno vivencial del matrimonio. Y los actos de amor y apoyo son más significativos que la vivencia de abrirse y explorarse para la aparición de una sensación de intimidad de acuerdo con la autora, lo que coincide con buena parte de lo dicho para el matrimonio. Jamieson señala que las relaciones están formadas no sólo de parte emocional y placentera de las mismas, sino que tiene un substrato económico de intercambio físico ventajoso dentro de ciertas circunstancias, incluida la amistad. Esta perspectiva redondea la idea de que el matrimonio, la soledad y la intimidad comparten una serie de dinámicas que van de la dimensión emocional a la instrumental. El amor y el cuidado expresado en acciones va más allá del sólo abrirse emocionalmente e implica que el tiempo, el dinero y el esfuerzo que los cónyuges invierten en su relación pueda ser símbolo del amor y la cercanía entre ellos.
Algunos estudios muestran la manera en que la construcción que un grupo social hace de la experiencia de la intimidad al darle significados y ponerle reglas afecta directamente la misma experiencia del matrimonio. Lo dicho se ejemplifica en Jamieson (1999) en el análisis que este estudio hace de la idea de que la intimidad es producto de “la relación pura”, esto es aquella en que los miembros son absolutamente transparentes el uno al otro y están conectados emocionalmente obteniendo esta sensación de confianza e intimidad. La autora señala como es que esta definición de intimidad lleva a los miembros de una pareja a dirigirse personal y políticamente en una dirección incorrecta porque excluye la complejidad de los procesos contextuales de la relación que forman parte de su experiencia. Comenta que la evidencia muestra que este tipo de interacción es una parte del amplio espectro de posibilidades dentro de una experiencia de intimidad. En congruencia con la vivencia del matrimonio, la experiencia de la intimidad se ve matizada y transformada por las definiciones sociales que se hacen de ella. Este aspecto de la transformación del matrimonio de acuerdo con las definiciones sociales que se hacen del mismo se toca más adelante un poco más claramente en este trabajo.
La importancia de una relación como el matrimonio parece estar entretejida en las necesidades prácticas, y socioconstruidas de los individuos. Éstas parecen constituir el eje que da importancia al fenómeno de la soledad, y al de la intimidad, pues los factores de salud, demográficos, económicos que hemos mencionado como elementos que se mejoran con la vivencia del matrimonio en nuestras culturas, están en la práctica relacionados con estos dos temas. Pero como hemos visto, todo este conjunto de dinámicas está revestido y regulado por los significados socialmente atribuidos que tanto la soledad, como el matrimonio, como la intimidad tienen. Ese significado puede generar ventajas o conflictos para la pareja, puede ayudarlos a satisfacer o a aumentar las necesidades individuales, a favorecer la intimidad o ahondar la soledad. Así entonces estos significados regulan y matizan los procesos que son parte de las necesidades, deseos o satisfactores de los individuos y por tanto constituyen procesos que afectan su motivación, su sentir, su pensar y su actuar.